El don profético y Elena G. de White
Preparación para enfrentar la crisis

Ser semejantes a Jesús en carácter es el ideal de Dios para su
pueblo. Desde el principio, fue el plan de Dios que los miembros
de la familia humana, creados a su imagen, desarrollaran caracteres
semejantes al suyo. Para lograr esto, nuestros primeros padres iban
a recibir instrucción de Cristo y de los ángeles en conversaciones
cara a cara. Pero después que Adán y Eva pecaron, ya no pudieron
hablar libremente con los seres celestiales cara a cara.
Para que la familia humana no quedara sin dirección, Dios eligió otros medios para revelar su voluntad a su pueblo, uno de los cuales
fue por medio de los profetas. Dios dijo a Israel: “Cuando haya entre
vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré
con él”. Números 12:6.
El propósito de Dios es que su pueblo esté informado e instruido,
que conozca y entienda no sólo los tiempos en los cuales vive sino
también lo que va a suceder. “Porque no hará nada Jehová el Señor,
sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Amós 3:7.
Esto pone en contraste al pueblo de Dios, los “hijos de luz” (1
Tesalonicenses 5:5), con la gente del mundo.
La obra del profeta incluye mucho más que anunciar lo que
ocurrirá en el futuro. Moisés, un profeta de Dios que escribió 6 libros de la Biblia, escribió muy poco acerca de lo que iba a suceder
en el futuro. Oseas describe su obra en su significado más amplio:
“Y por un profeta Jehová hizo subir a Israel de Egipto, y por un
profeta fue guardado”. Oseas 12:13.
Un profeta no es alguien designado para ese cargo por sus semejantes,
ni tampoco se nombra a sí mismo. La elección de una
persona para ser profeta está completamente en las manos de Dios.
Tanto hombres como mujeres han sido elegidos ocasionalmente por
Dios para hablar por él.
Estos profetas, estos hombres y mujeres elegidos por Dios como
canales de comunicación, hablaron y escribieron lo que Dios les
reveló en santas visiones. La preciosa Palabra de Dios contiene sus
mensajes. Por medio de estos profetas, los miembros de la familia
humana han sido guiados a una comprensión del continuo conflicto
por las almas de los hombres, el conflicto entre Cristo y sus ángeles y
Satanás y sus ángeles. Sus escritos nos guían para poder comprender este conflicto en los días finales de la historia de este mundo, y
los medios que Dios ha provisto para cuidar de su obra y para
perfeccionar los caracteres de su pueblo.
Los apóstoles, los últimos escritores de la Biblia, nos dan un cuadro
claro de los acontecimientos de los últimos días.
Pablo escribió
acerca de los “tiempos peligrosos”, y Pedro exhortó acerca de los
burladores que andan según sus propias concupiscencias y dicen:
“¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” En ese tiempo la
iglesia estará en lucha, porque Juan vio a Satanás “que se fue a hacer
guerra contra el resto”. El apóstol Juan identifica a los miembros
de la iglesia de los últimos días como “la iglesia remanente”, como
“los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio
de Jesucristo”, señalándola como una iglesia que guarda los
mandamientos. Apocalipsis 12:17.
Esta iglesia remanente también
tendría el “testimonio de Jesús”, que es “el espíritu de la profecía”.
Apocalipsis 19:10. Pablo declara que la iglesia que espera anhelante
la venida de Cristo no carecerá de ningún don. 1 Corintios 1:7, 8.
Sería bendecida con el don del testimonio de Cristo.
Queda claro, pues, que cuando en el plan de Dios surgiera la
iglesia de los últimos días, tendría en su medio el espíritu de profecía.
Cuán razonable es que Dios hable a su pueblo que vive en los últimos días de la historia de la misma manera que habló a su pueblo en
tiempos de gran necesidad en los siglos pasados.
Cuando esta iglesia de la profecía, la Iglesia Adventista del
Séptimo Día, surgió a mediados del siglo XIX, se escuchó una voz
entre nosotros que decía, “Dios me ha mostrado en santa visión”. Estas no eran palabras jactanciosas, sino la declaración de una joven
de 17 años que había sido llamada para hablar en nombre de Dios.
Durante 70 años de ministerio fiel se escuchó esa voz, guiando,
corrigiendo e instruyendo. Y esa voz aún se oye hoy a través de
miles de páginas escritas por la mensajera elegida del Señor, Elena
G. de White.
(Tomada de "Consejos para la iglesia: Por jonatandelacruzotiniano")
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